Cuando hablamos de salud bucodental, desde luego, lo hacemos de mucho más de los dientes. Las encías son los tejidos fibrosos que están alrededor del cuello de los dientes y cubren el hueso alveolar, y de su buen estado de salud dependerá y mucho no solo la de nuestra boca, también la de nuestro cuerpo, ya que la salud general empieza por la boca. Si nuestras encías presentan inflamación debemos preocuparnos, pues esto quiere decir que han enfermado y no atajar el problema a tiempo puede tener fatales consecuencias, por lo que antes de llegar a difíciles extremos lo mejor será que les prestemos mimo y atención.
Pero, ¿cómo sabemos que nuestras encías están sanas? Principalmente, si no están inflamadas y su color se mantiene rosado, ya que cuando se hinchan y se vuelven más rojizas es cuando nos están diciendo que algo va mal. Además, otras formas de darnos cuenta del problema es que presenten sangrado, los dientes se encuentren más sueltos, nuestra mordida presente alteraciones o tengamos mal aliento.
Así pues, una inflamación nunca es síntoma de normalidad ni de que no hay nada de lo que preocuparse. Todo lo contrario. De esta manera, lo mejor será evitar que las encías lleguen a inflamarse. ¿Cómo lo hacemos? Lo primero será mantener una higiene bucodental estricta en cuanto a la frecuencia de la misma, pues los buenos hábitos de salud son siempre fundamentales para prevenir enfermedades.
Una inflamación de las encías es sinónimo de gingivitis. Hasta ahí, una higiene dental completa de cepillado, hilo dental y colutorio puede ser suficiente para revertir el problema, siendo aún más recomendable ponerse en manos de odontólogos profesionales para reducir preocupaciones y asegurarnos de seguir los pasos correctos para el sanado. El problema es que la gingivitis no tratada a tiempo pueda evolucionar a periodontitis, etapa irreversible y en la que las encías se separan de los dientes, provocando pérdida dental, y nuestra salud general se ve seriamente amenazada por las diversas complicaciones que puede conllevar.
Sin embargo, cuando nos encontramos ante una simple inflamación cogida a tiempo, el problema es fácilmente reducible. Eso sí, debemos detectarlo a tiempo. Veamos, así pues, algunas de las causas que la provocan:
- Placa: si no somos rigurosos con nuestro cepillado dental es probable que desarrollemos placa bacteriana en los dientes y alrededor de ellos. Si se endurece, se convierte en sarro.
- Úlceras bucales: las comúnmente conocidas como llagas pueden aparecer en cualquier parte de la boca, no tiene por qué ser necesariamente en las encías, pero si las desarrollamos con frecuencia puede ser que las encías estén debilitadas.
- Abrasión: cepillarse los dientes con esmero no quiere decir que deba ser de manera agresiva. No es conveniente cepillarse demasiado fuerte, ya que un exceso de intensidad agrava estos tejidos. Lo mejor es hacerlo suave y en movimientos circulares.
Además, hemos de tener en cuenta que el riesgo es mayor en fumadores, personas de edad avanzada, quienes descuidan sus hábitos alimenticios, enfermos que tienen debilitada su inmunidad, los que usan habitualmente fármacos o embarazadas, entre otros factores de riesgo como etapas de cambio hormonal o condicionantes genéticos.
Así pues, es importante tener claro que una inflamación de las encías nunca es una buena noticia y que debe preocuparte en el primer momento en que la adviertes y localizas síntomas como los anteriormente descritos.